1. Bajo aporte de oxígeno al diafragma, lo que originaría una fatiga de este músculo. Hay quien recomienda expulsar el aire con la boca semicerrada con fuerza y realizar respiración más abdominal cuando comienzan las  molestias, para reducir la fatiga diafragmática.

2. Rigidez abdominal muscular, que puede desembocar en calambres y se compensaría con estiramientos como inclinaciones laterales.

3. Ingesta pre ejercicio. Es la causa más admitida entre los investigadores, por eso evitar comer  y sobre todo beber mucha agua y bebidas con alta concentración de carbohidratos en las dos horas previas al entrenamiento puede evitarlo.

4. Repetida movilidad del torso. Las oscilaciones excesivas al correr pueden irritar los ligamentos subdiafragmáticos que sujetan las vísceras.

5. Irritaciones del peritoneo, la membrana que contiene al abdomen, por fricciones producidas por movimientos repetidos del torso o por la ingesta de alimentos que distiende el estómago.

6. Sobrecarga diafragmática, que interviene también en la fijación de la posición del tronco además de en la respiración. Durante el ejercicio intenso se puede sobrecargar.

Además hay algunos condicionantes que pueden predisponer al flato:

  • Cifosis dorsal: Correr o montar en bicicleta con la espalda excesivamente arqueada favorece la aparición del dolor.
  • Hipertonía de la musculatura lumbar y flexores de la cadera. Estirar a fondo el psoas ilíaco y el cuadrado lumbar, para disminuir su tono muscular, puede prevenir el flato.
  • A mayor edad más fácil es tener flato.
  • A mayor grado de entrenamiento menor predisposición a sufrirlo.

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Fuente: C. Ayán Pérez. «Dolor abdominal transitorio vinculado al ejercicio: causas y soluciones». RevIsta Andaluza de la Medicina y el Deporte. 2010;3(3):103-109.