A muchas personas les crea ansiedad ir a la piscina o a la playa porque tienen miedo al agua. Sin embargo, cuando nacemos no tenemos este miedo, incluso flotamos y tenemos un reflejo que nos hace cerrar la glotis automáticamente para no tragar agua. Entonces, ¿cuáles son las causas de este temor?

 

Existen varios motivos por los que un bebé puede asustarse al llevarlo a nadar o en su higiene diaria:

 

Generalmente, cuando un niño entra en contacto por primera vez con el agua suele tener una experiencia positiva, pero es fácil que aparezca el miedo. Las propiedades físicas del agua son distintas. Se ve modificada nuestra referencia terrestre de apoyo y el equilibrio, nuestra forma de desplazarnos y la respiración. Es posible que al no saber como desenvolverse, el niño entre en un estado de nerviosismo. Este estado provocará que los movimientos sean inseguros o incluso se inhiban. El resultado puede ser el que al final se temía.

 

En otras ocasiones, la causa del miedo proviene de haber observado o vivido alguna inmersión provocada o situación estresante relacionada con el medio acuoso.

Y la causa más frecuente es lo que se conoce como educación hidrofóbica.  Los padres proyectan su propio miedo sobre su hijo y este lo integra. Si nuestros hijos nos ven gritar al ver una araña o nerviosos al ir al dentista, lo más probable es que también le asusten estas cosas.

Algunas recomendaciones para perder el miedo al agua:

Para superarlo debemos ir despacio y de manera individual, cada uno a su propio ritmo sin imponer lo que otros hacen o hicieron, porque cada caso es particular.

La idea de apuntarse a un cursillo de natación es buena, porque los instructores saben como proporcionar seguridad y confianza, prestando ayudas manuales o material didáctico en tareas difíciles y usando el juego.

 Los padres tienen un papel fundamental:

–        evitando la repetición del “no tengas miedo”, ya que fomenta indirectamente el temor;

–        controlando sus propios miedos o, al menos, no mostrándolos de forma muy intensa y;

–        a medida que el niño disminuya su miedo, reforzando positivamente su progreso para que se anime a seguir avanzando.

Estos consejos os permitirán convertir los juegos y las actividades acuáticas en familia en grandes momentos de diversión. Aún así debemos ser conscientes de que nadie debe perderle el respeto al agua.