Los niños son pequeños deportistas, todos somos conscientes de lo positiva y necesaria que resulta la actividad física en su desarrollo no solo físico, sino también social y psicológico. Pero centrándonos en las adaptaciones físicas, nos surgen multitud de dudas a la hora de aplicar ciertos contenidos, medios y métodos a sus niveles.

Los niños parecen adultos en miniatura, pero lo cierto es que presentan diferencias que van más allá de la mera escala y debemos tenerlas en cuenta a la hora de plantear actividades físicas. Las diferencias no las encontramos tanto a nivel físico, sino más bien en adaptaciones fisiológicas y sobre todo desarrollo motor, ya que pasan por una etapa de adquisición de habilidades que quedarán fijadas a muy largo plazo.

Está claro que la actividad física es una importante herramienta en la salud y mejora física en estas etapas de pleno desarrollo físico, sin embargo, además de inculcar buenos hábitos hacia una vida activa y alimentación saludable, como padres o entrenadores también tenemos la responsabilidad de tener los conocimientos y criterios mínimos que nos permitan estimular y optimizar todo su potencial, minimizando riesgos y alteraciones.

La mayoría de las respuestas a nuestras dudas no son un claro «sí o no». En la mayoría de los casos todo depende de muchos factores que debemos conocer y valorar. Veamos algunos de ellos, que nos permiten valorar las adaptaciones que provocará la actividad física en nuestros hijos para aplicarla de la mejor forma posible, aprovechando todas sus ventajas.

¿Pueden los niños entrenar la fuerza?

Muchos padres se preguntarán si el entrenamiento de la fuerza afecta al desarrollo de los niños. La respuesta es un rotundo sí, por supuesto que afecta, pero positivamente. Afecta al crecimiento, pero potenciándolo. Esto ya lo observó Kraemer en sus estudios a principios de los noventa y así aparece publicado en su libro «Strength training for young athletes» publicado por Human Kinetics o en el artículo de Hurley titulado «Does Strength training improve health status?» publicado en el «Sport and conditioning journal» de la NSCA. Desde entonces, hemos ido descubriendo los beneficios que un buen entrenamiento de fuerza tiene sobre el crecimiento del hueso. Eso sí, el entrenamiento debe estar adaptado a los condicionantes y características especiales en niños y niñas. Los estudios revelan que los niños y jóvenes, puberales y adolescentes, que practican programas para el desarrollo de la fuerza, poseen mayor densidad ósea que aquellos que no los practican. Todos los estudios consideran a los ejercicios de fuerza como el estímulo más potente para el crecimiento y desarrollo óseo.

Ahora que sabemos que el desarrollo de la fuerza es fundamental y necesario, debemos pasar a la clave para su aplicación ¿cómo lo hacemos? Lógicamente la opción de apuntar a un niño al gimnasio para que siga una rutina dividida de ejercicios por grupos musculares no es la más acertada, estos métodos tienen como objetivo el desarrollo muscular, sin embargo, en los niños nos interesa mucho más generar adaptaciones neuromusculares. El objetivo es conseguir estímulos de fuerza aplicando ejercicios generales con formas jugadas, divertidos y con retos motrices.

Sobre los 7-8 años parece evidente la existencia de una fase sensible, en los que los estímulos de fuerza rápida y fuerza resistencia pueden tener un importante efecto positivo en el niño los ejercicios deben estar basados en movimientos naturales como empujar, correr y traccionar. Estos patrones motrices naturales aumentan la capacidad funcional de los grupos musculares extensores, optimizando una correcta postura y actitud corporal. Debemos tener en cuenta que estas edades son muy delicadas, ya que los tejidos conjuntivos (tendones, ligamentos y cápsulas articulares) y las estructuras óseo-articulares son muy plásticas y débiles porque todavía no están formadas definitivamente, por lo que debemos evitar aplicar grandes cargas.

A partir de los 12-13 años se produce un aumento de fuerza que se debe a la coordinación intramuscular y al crecimiento fisiológico. Es el momento para incluir pequeñas sobrecargas en forma de juegos de fuerza, lucha y circuitos con estaciones trabajando con el propio peso corporal y lanzamientos, incluir también multisaltos y métodos interválicos.

¿Puedo salir a correr con mi hijo?

El desarrollo de la capacidad aeróbica influye de forma positiva en el sistema cardiovascular y control del peso en los niños. Sin embargo, los niños aceptan mucho mejor el trabajo interválico o anaeróbico, que el aeróbico continuo a una intensidad baja (el que realizamos cuando hacemos un trote continuo).

Si observamos jugar a los niños, nunca corren de forma continua y mantenida, sino que lo hacen de forma explosiva, se fatigan y vuelven de nuevo. Los esfuerzos cardiovasculares de corta duración y alta intensidad, resultan naturales para los niños, a esto hay que sumarle que su recuperación cardiaca se ve favorecida por una baja secreción de catecolaminas ante cualquier esfuerzo.

Por tanto, la forma natural de mejorar su forma cardiovascular es a través de juegos que contemplen variaciones de la intensidad y no incluir carreras continuas de carácter aeróbico ligero como se suele plantear en los adultos.

fuente.sport life